Los consumidores nos enfrentamos a un reto difícil de abordar. Por una parte, existe una tendencia al consumo responsable sin embargo, el sistema actual socioeconómico y legislativo dificulta dicho consumo. Por una parte, en palabras de Solera, es más caro adquirir productos frescos que procesados y, en general, los envases cada vez son más grandes, aumentando el consumo de plásticos. Por otra parte, es complicado conocer la trazabilidad y transparencia de los productos ya que muchos fabricantes se limitan a cumplimentar las etiquetas con la información que obliga la legislación vigente sin proporcionar información relevante que ofrezca más información sobre su producción y transporte. Pero estas dificultades no deben ser determinantes para la ciudadanía que debe apostar por una compra inteligente en la que se ayude a conservar los recursos naturales (reduciendo los envases de plástico), se evite el desperdicio (congelando y reciclando en otros alimentos la comida sobrante y exigiendo a las administraciones que legisle facilitando a comedores escolares y hospitales acciones para abordar el exceso de comida)  y que ahorre energía (consumiendo en circuitos locales con productos de temporada que no suponga un consumo de energía alto en transporte de alimentos así como el impacto positivo en el medio ambiente).